La escritora cordobesa Eugenia Almeida cuenta cómo escribió su última novela “La tensión del Umbral” y comparte sus impresiones acerca de la escritura. Los mecanismos del terrorismo de Estado, la apropiación de niños, la corrupción policial, los medios de comunicación y la Justicia aparecen en la trama de este policial que, desde la ficción, nos aproxima magistralmente a nuestro pasado reciente.
Por Myriam Mohaded (*)
La joven Julia Montenegro se paró frente a la puerta de un bar y esperó. Sale un hombre y la muchacha le apunta en medio de la calle. Le dice algo y, acto seguido, se suicida. El sigue su paso como si nada, sin reacción. El caso parece sencillo, pero hay algo que no cierra. “La tensión del umbral” (Editorial Edhasa) es la última novela que publicó Eugenia Almeida y habla sobre los mecanismos del poder y el crimen. La policía sugiere que es mejor cerrar el caso. Guyot es periodista y se obstina en comprender qué pasó con la joven. Se conoce que el hombre que ni se inmutó es un tal Benteveo. Las extorsiones se suceden con ajustes de cuentas que cobran cada vez una nueva víctima. “Si no se va antes de un año, pierde, piensa Guyot. Ha tratado de decirle que guarde su distancia. Que cuantos más pasos pueda contar mientras se retira, más tiempo va a poder ser dueño de sus ojos. Pero el chico no lo entiende. Cree que en el mundo pasan cosas y que su trabajo es ser testigo y mensajero. Si esa ingenuidad no diera tristeza podría, incluso, general ternura. (Fragmento, Guyot piensa sobre su compañero Tobías )
Eugenia Almeida cuenta que parte de la novela fue escrita en la residencia Margarite Yourcenar, en Francia, donde llegó por medio de unas becas que otorga ese Estado a tres escritores de diferentes lugares del mundo que posean una obra publicada en francés. “Había que presentar un dossier de lo que uno hizo hasta ese momento y de lo que harías. Mi idea era empezar a escribir esta novela. El lugar es soñado y la residencia tiene una propuesta que es de mucha libertad para trabajar, diferente a otras que poseen auditorias inmediatas sobre qué o no hiciste. Es muy interesante ya que existe una convicción de que la obra no se puede cerrar en tal o cual período, si no que el apoyo que allí se vive, tiene sus frutos. La residencia me permitió estar con otros colegas y participar en charlas, bibliotecas y espacios de intercambio. Me ayudó mucho literaria y humanamente. Durante dos meses escribí unas cuarenta o cincuenta páginas, pero lo importante es haber podido rumearla, que es precisamente lo que demanda mucho tiempo de trabajo en una novela. Por eso, mi agradecimiento a la gente que estuvo allí, particularmente a Annick. La casa estaba alejada, y ella se ocupaba de ir todos los días a ver si nos hacía falta algo. Para mí era una presencia muy familiar en el mejor de los sentidos, le ponía, junto al equipo, mucha calidez.
– ¿Vos tenías un bosquejo?
Tenía una hojita que ahora, cuando la volví a ver, sigue funcionando. Una novela puede cambiar mucho en el tiempo. El esquema es una persona que se suicida, una búsqueda, de qué manera se entrecruza la historia individual con la social, y algunos puntitos más. No había que presentar capítulos ni nada.
– Cuándo una lee la novela, el lector entra como en un estado de tensión, ¿cuál es la tensión que te sostuvo a vos en la escritura de la misma?
Saber qué iba a pasar.
– ¿Cómo se trabaja en la ficción un tema tan sensible como el terrorismo de Estado con una historia que nos toca muy de cerca?
No lo sé. Es un tema que está muy presente y me vuelve y vuelve a aparecer. Hay cuatrocientos nietos que se buscan, está el juicio de la Megacausa de la Perla, y podría dar muchos datos más de la realidad donde se cruza ese pasado entre comillas, porque con pasados históricos tan presentes hacen falta muchas generaciones para que el país decida definitivamente qué va a querer. Si bien hay un sector que está de acuerdo de que el régimen democrático es lo mejor que tenemos y trabajamos para la ampliación de derechos, hay otras personas que no piensan así y no son pocos. Si uno comienza a recorrer nuestro país, a la corta o a la larga, se topa con algo de eso. Es como preguntarle a cualquiera si tiene alguna persona conocida desaparecida o que participó del gobierno militar durante esos años, rápidamente en dos o tres pasos encontramos a alguien. Es una historia social que atravesó todas las vidas.
– En los libros que se publican sobre la memoria reciente de nuestro país, la construcción de la misma fue mutando en diferentes etapas. Las primeras voces fueron las de las víctimas denunciando hasta los relatos de ficción actuales.
Si uno toma esa entelequia, difícil de definir, de libros que hablan sobre la dictadura, la primera división es la que aborda ficción y las que se dedican a otro tipo de registros. Si pensamos en ficción, la primera camada de producciones durante y hacia el fin de la dictadura apela a algo muy crudo y de denuncia. Ese proceso que se dio es muy comprensible. En los últimos años, por ejemplo, hay producciones como “Los Topos” de Félix Bruzzone, que es una novela muy potente y se anima en su desarrollo argumental a cosas que veinte años atrás no hubiera sido posible porque el espacio para pensarlas y plantearlas quizá no estaba dado. En el periodismo tiene otra carga. La ficción en la novela para mí no tiene intención de denuncia, es otro juego; hay una estructura policial que remite históricamente a un ámbito más privado y un policial que remite a lo público, lo social, me gusta más este tipo de policial.
– Ampliar el espectro, ¿se trata de conquistar otros públicos?
Y pensar también que esas miradas van cambiando y que en una misma época va a haber miradas dicotómicas. Por ejemplo, con los libros de escritores alemanes que abordan el tema de la Segunda Guerra Mundial, hubo y habrá miles de producciones porque en la historia de ese pueblo dejó una marca tremenda. Todo lo que se escriba surge de una necesidad de decirlo, todo abordaje de esos años desde la ficción es válido y bienvenido. Cada quien que hable lo que tenga que decir. En todo caso, cada libro encuentra su lector, y si éste se siente expulsado de ese libro, va a ir a buscar otro libro y a su vez ese libro seducirá a otro lector.
– Las detenciones ilegales, la apropiación de niños, la tortura, el terrorismo de Estado, la violencia de género son como los puntos neurálgicos de la ficción que narrás, ¿cómo hiciste para concatenar ese ramillete de aspectos?
No lo sé, fue algo que salió. Dice Norman Mailer que´ todo lo que hacemos con la escritura viene del inconsciente´ –no hablamos del inconsciente psicoanalítico- y que si uno le presta atención, si emite señales de que lo va a escuchar, viene. El ejemplifica la metáfora de que en medio de la noche viene un caballo a un establo, le da agua, de comer, lo cepilla y le habla… Esto es, cuando al inconsciente uno le da importancia, aparece con más claridad. Si uno empieza a anotar sus sueños, la primera semana van a aparecer uno o dos y, las que siguen, todos e incluso los detalles, ¿por qué? Porque es como decirle a esa parte más difícil de acceder: yo estoy alerta. Ahora, cómo se da ese proceso, no lo sé. Al escribir la historia, la sensación es que va saliendo, y, por eso, disfruto la escritura.
– El encubrimiento de los medios de comunicación también está presentes.
La novela transcurre en el 2008, en una época bastante cercana a nosotros. La historia es ficcional, no hay nada de la realidad que tomé para bajar como hecho concreto, pero sí como estado de la cuestión, clima de época. Los medios de comunicación, como muchas otras empresas cuyo fin es generar ganancias, intervinieron e intervienen en las lecturas en términos diferentes. Recién hablábamos de la construcción de la memoria, durante la dictadura intervinieron de otra forma, era otro el momento y el contexto. Pero cuando viene la democracia, las empresas mediáticas también juegan en ese espacio de la memoria, porque juegan en una construcción de mundo, y para construirla hay que hacer cierta lectura del pasado que se quiere vender ahora. Por ahí uno le pregunta a una persona qué venden los medios de comunicación, y lo primero que responde, es información; pero quienes trabajamos en los medios sabemos que venden público, viven de la publicidad. Entonces, efectivamente, la mercancía de los medios de comunicación somos la audiencia. Cada medio va a hacer una construcción de mundo a medida de ciertas personas y va a tratar de que sea más amplia porque al tener más público está la posibilidad de vender publicidad. No hablo de los periodistas como trabajadores de prensa, sino del directorio donde se deciden cosas que tienen que ver con el poder y lo económico y no siempre con lo informativo. Lo informativo es una víctima de esas luchas por el poder y lo económico. Incluso, hay medios que dan pérdida, ¿pero por qué siguen? Porque se está construyendo otro tipo de poder que no es económico, pero funciona, porque después ese poder se intercambia en otras esferas.
– El periodista Guyot tiene acceso a las fuentes policiales de manera asidua. La información se le daba mientras durará el pacto de que no la escribiera. ¿Qué lega la escritura?
Allí lo que se le cierra es la posibilidad de una escritura periodística que al ser publicada en el diario, sea de la línea que sea, cobra ciertos visos de lo oficial, que el diario respaldaría. Hay muchas cosas de las que no se hablan, ya sea porque no conviene, porque no hay acuerdos, porque no venden, o lo que sea. Lo que me interesaba de Guyot es que no va en búsqueda de la verdad para difundirla, y aún así no la abandona. Para él escribir o no, no es un impedimento, pero necesita entender. Es más, yo no diría que Guyot es periodista sino que trabaja en un diario. No es un Rodolfo Walsh, no investiga y arriesga su vida para difundir una verdad. Va por una línea personal. Sabe las reglas del juego y cuando llega a la escena del crimen refunfuñando, sabe que no se va a publicar, porque los suicidios no se cubren. Hay una recomendación de la OMS (Organización Mundial de la Salud) que recomienda que si está en el ámbito privado, los suicidios no se publiquen, tiene que ver con la ética periodística.
– Incluso ese intento de comprender hace que no tenga reparos de poner en riesgo la vida de otros.
Es un personaje más bien ingenuo, lerdo, que no va por delante del lector. Es un muchacho que no la ha pasado bien y hace lo que puede en su pequeña burbuja.
– Vos tuviste diferentes experiencias editoriales, desde las ediciones de “El colectivo”, “La pieza del fondo” y también un libro de poesías “La boca de la tormenta” con Documenta Escénica, ¿cómo viviste las diferentes experiencias editoriales?
Con cada editor se aprende mucho. Con Edhasa estoy muy feliz, con Documenta Escénica – que tiene una producción de libros muy particular- publicar “La boca de la tormenta” fue una aventura hermosa porque pude participar del proceso de producción de un libro objeto. Sabía que iba a haber una intervención muy potente de Gabriela Halac, con un trabajo de edición para mis poemas que no sé si con otra editorial los hubiera publicado. Con Anne Marie Métailié que publica sobre literatura latinoamericana, es la editora francesa que publicó mis dos libros anteriores, es un orgullo impresionante y pude aprender muchísimo.
– Tenés también un micro de radio
Sí, en Radio Universidad, en el programa “Mirá quién habla”. Es un espacio que disfruto un montón porque la radio tiene eso de lo inmediato, de conexión con la gente. Comentar libros es hermoso porque una se apasiona y quiere que todo el mundo lo lea, y también estoy del otro lado, porque me gusta escuchar a otros colegas que escucho lo que leen y sugieren. Además, la radio es mi gran amor, es el medio que más me gustó
– Entonces, ¿camino al programa propio?
¡Ojalá! Es un trabajo que me gusta mucho pero, como todo, depende de muchos factores.
Los medios y la construcción de mundo (Perspectiva de Eugenia Almeida sobre la violencia de género en los medios)
Fotografía Carlos Cortez.