Una serie de cartas escritas entre Victoria Ocampo y Virginia Woolf están reunidas en “Correspondencia” (1934/1940). Un libro que nos permite conocer el vínculo entre ambas expresadas en sus cartas, con sus universos  y lenguas distintas, en una trama que tejieron de afecto y respeto mutuo. Una relación que, particularmente, tuvo una marcadas influencia y rol en  la autobiografía de la escritora argentina.

  Por Myriam Mohaded*

 “Ella es muy madura y rica; con perlas hasta las orejas, como si una gran polilla hubiese puesto racimos de huevos; lleva el color de un durazno bajo el vidrio; ojos, creo, iluminados con algo de cosmético; pero allí nos detuvimos y hablamos en francés e inglés sobre la Estancia, los grandes cuartos blancos, los cactus, las gardenias y la riqueza y opulencia de América del Sur», fue el registro  de Woolf sobre Ocampo, en ese primer encuentro en Londres, a fines de 1934. Mientras que una Victoria Ocampo, escribía: «Yo la miré con admiración. Ella me miró con curiosidad. Tanta curiosidad por una parte y admiración por la otra, que enseguida me invitó a su casa».

El encuentro se había producido en ocasión en que ambas escritoras asistieron a la muestra del fotógrafo Man Ray. En ese entonces,  ya Woolf era una consagrada y Victoria Ocampo buscaba encontrar y hacerse un lugar en el campo intelectual argentino.

Ocampo había comenzado a conocer la obra de Woolf, por una recomendación de Sylvia Beach, editora norteamericana dueña de la librería Shakespeare and Company en París, quien le recomienda la lectura  “Un cuarto propio”.

En la “Correspondencia” entre ambas escritoras, cuya primera carta es fechada en noviembre de 1934 y la última en mayo de 1940,  Ocampo recibe de Woolf veinticinco cartas. El libro, editado por Rara Avis, incluye además la reedición del texto “Virginia Woolf en su diario” (1954) en donde se muestra otras zonas del vínculo entre ambas.  Hoy ese escrito es casi imposible de encontrar. En  ese ensayo, Ocampo asienta su posición a cerca de la condición de las mujeres y “la humillación de soportar la arbitraria dictadura masculina.”

La idea de la publicación y compilación de los manuscritos de la correspondencia entre ambas, es de Manuela Barral quien estudia las formas de la autobiografía de Ocampo, haciendo énfasis en que la autora despliega en las mismas el ámbito privado en la construcción de una figura pública.  Barral es  integrante del Consejo de Dirección del Archivo Histórico de Revistas Argentinas.

                                                               

En una de las cartas, fechada el 16 de julio de 1937, Ocampo, entre otros relatos, le escribe a Woolf que pese a no haber estado en contacto el último tiempo, estaba zambullida en sus libros  y había comenzado a dar conferencias. Ocampo retrata a ese momento, en una misiva fechada el 16 de julio de 1937: ¡El público se interesó en lo que yo le contaba durante una hora y cuarenta minutos! Hay que creer en los milagros. No se escucharon crujidos ni de otros ruidos  siniestros que testimonian la impaciencia de un auditorio”.

A esta correspondencia, Woolf, le responde, un 2 de septiembre de ese año: Sospecho que usted es una de esas personas que pueden convertir una conferencia en algo interesante.  ¿Será su sangre latina ¿Preferiría sentarme en un sótano o mirar arañas antes que escuchar a un inglés disertando”. 

Las correspondencias dan cuenta del vínculo entre ambas en el período de incertidumbre de la guerra, lo que las unìa y las asimetrías de una y otra, como escritoras y agentes culturales.

Mientras que Woolf con curiosidad le solicitaba que le contara con quién se encuentra, cómo es el país, su casa, su vida cotidiana. Ocampo, sabía mostrarse, construir su personaje de un ser exótico de las lejanas pampas, al tiempo que expresaba su admiración hacia la escritora inglesa. «Si hay alguien en el mundo que puede darme valor y esperanza, es usted. Por el simple hecho de ser lo que usted es y de pensar como usted piensa.»

Victoria  Ocampo y Virginia Woolf compartían un mismo linaje  por el ideario femenino y una educación marcada por la época victoriana. Victoria Ocampo, directora de la mítica revista Sur- referente de la literatura argentina  por más de cuatro décadas y uno de los medios con mayor influencia-  viajera, traductora, editora cuyo objetivo era divulgar y hacer conocer autores argentinos  y extranjeros. Desde allí Ocampo, defendía y escribía, en numerosas páginas, sobre los derechos de las mujeres. Es ella quien, en definitiva, traduce  y publica al español, por primera vez, alguna de las obras de Woolf. Entre ellas, allà en 1936, un texto significativo para el feminismo, “Un cuarto propio”.

Allí Woolf expresaba un pensamiento que movilizaría a Ocampo a producir: “Escriban toda clase de libros, por trivial o vasto que sea el tema. Por las buenas o por las malas espero que ustedes adquirirán bastante dinero para haraganear y viajar, para considerar el porvenir o el pasado del mundo, para soñar los libros  y demorarse en las esquinas y dejar que la línea del pensamiento se sumerja hondo en el río. Porque no quiero que se limiten a la novela. Si quieren complacerme – y hay miles como yo- escribirán libros de viaje y aventuras, de investigación y de erudición, de historia y biografía y critica y filosofía y ciencia”.  

Algunas de las cartas de Ocampo las envió y  permanecen en la Universidad de Harvard,  dejando copias a la Academia Argentina de Letras. Ocampo era consciente del valor y trascendencia de sus archivos, algunos modificados, otros descartados y quemados por ella misma. De Woolf, conserva sus cartas y diseña un modo maquetado que insinúa las formas en la que podemos recordarla.

Sin dudas, el carácter de escritora revolucionaria de Woolf, movilizaba la escritura de  Ocampo, quien en su Carta a Virginia Woolf, en el apéndice del libro, expresa:«Mi única ambición es llegar a escribir un día más o menos bien, más o menos mal, pero como una mujer. Si la imagen de Aladino poseyese una lámpara maravillosa, y por su mediación me fuera dado el escribir en el estilo de un Shakespeare, de un Dante, de un Goethe, de un Cervantes, de un Dostoievsky, tiraría la lámpara se me ocurre. Pues entiendo que una mujer no puede aliviarse de sus sentimientos y pensamientos en un estilo masculino, del mismo modo que no puede hablar  con voz de hombre».

Virginia Woolf fallece en 1941, pero esto no impide a Ocampo volver sobre ella en el ensayo Virginia Woolf en su diario publicado por Sur (1954).

*Periodista

Imagen: www.infobae.com.

 

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