El 31 de enero próximo se conmemora un nuevo aniversario de nacimiento del guitarrista, poeta y cantautor, Atahualpa Yupanqui. Compartimos una crónica de un trabajo de investigación sobre «su último recital en Córdoba» que buceó en archivos, registros y recuerdos  el escritor Mariano Medina.

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Desde hace un tiempo circula por la red un recital de Yupanqui bajo el nombre de «Último recital en Córdoba, Teatro del Libertador», 1990. Se trata de un audio con buen sonido, donde resalta la relación distendida del artista con el público. Cuando la recibí, hace ya un tiempo, disfruté de su escucha sin mayores cuestionamientos, aunque me resultaron “disonantes” la fecha y el nivel de interpretación técnica. Sin embargo no ahondé en la cuestión hasta que días pasados el amigo Pat, desde Francia, me pidió que averiguara la fecha exacta del concierto para completar sus registros (www.atacris.com).

                                                                                                                                                                                                    Por Mariano Medina (*)

 

En muchas casas del mundo entero Don Ata es personaje mítico, gracias a alguna anécdota real o imaginada que cada familia atesora haciendo ingresar el personaje público al ámbito de su cotidianeidad. Mi casa no fue la excepción. Mi padre Raúl Martín Medina Ramirez, además de cantar sus canciones contaba con un plus: en su cercana juventud, había compartido andanzas y juergas en trío con Ricardo Venier y Raúl Maldonado. En la intimidad se llamaban a sí mismos “Los tres mosqueteros” y la guitarra no era algo menor en la construcción de su amistad.

 

Maldonado poco más tarde se mudaría a Francia, entablaría amistad con Yupanqui y compondrían juntos algunas canciones, entre ellas las de la ya leyendaria cantata Tupac Amaru junto a Enzo Gieco. Así que a causa del afecto hacia este otro Raúl, andaba el nombre y la música de Don Ata siempre dando color especial a la conversación de alguna sobremesa.
Con mi madre y mis hermanos llegamos a vivir a Córdoba en 1977, y al año siguiente, ya estando “asentados”, ella comenzó a llevarnos a espectáculos artísticos diversos, para “cultivarnos”. Una vez nos tocó acompañarla a un recital de Yupanqui. Fue para mí una experiencia impactante y terrible, al punto de haber quedado marcada a fuego en mi memoria como un deshonor: a esa edad -14 años- yo estaba con las orejas más dispuestas a Beatles, Sui Generis y Vox Dei, seducido por otra sonoridad. Así que al tercer tema comencé a dormirme. Mi madre me codeaba para que no roncara, y logré conciliar el sueño y despertarme tras cada canción sumándome a los aplausos del público, para volver luego inmediatamente a la somnolencia hasta el final de la siguiente pieza.
Pero vaya a saber qué ruido me despertó en la mitad de un tema y me largué a aplaudir solo. La mirada de Don Ata fue una puñalada. O mejor dicho un rayo láser, porque sentí a sus ojos no sobre los míos, sino sobre mi nuca, luego de atravesarme desde el frente.
Al finalizar el concierto fui obligado por mi madre a bajar a camarines y saludarlo. Era ella en realidad quien quería hacerlo. Yupanqui fue muy cortés. Conmigo, no recuerdo. Al menos debe haberme ignorado, afortunadamente.
Pocos años después, establecí mi conexión con su palabra y su música. Y aquí estoy respondiendo a las relaciones humanas tejidas tras su andar. El pedido de Pat actualizaba recuerdos y razones, y Yupanqui una vez más me hace mirar el camino propio escudriñando porqués y cómos. Lazos que se tienden, nudos que se atan.

 

Lo primero que hice fue buscar en mis registros.
1990 había sido un año agitado para él. Aparentemente, luego de haber sufrido una insuficiencia cardíaca en 1988, debió internarse en Buenos Aires en noviembre de 1989 para superar una dolencia pulmonar, derivada de un edema que lo afectaba desde tiempo atrás.
Por la misma época, crearía la Fundacion que lleva su nombre.
Su recuperación le permitió comenzar 1990 participando en la Inauguración del 30º Festival Nacional de Folklore de Cosquín (año en que salió Revelación Peteco Carabajal). Pero su estadía en Argentina demoraba un proyecto importante: Convocado por la agencia germano-francesa Macondo, proyectó la grabación de un disco “literario” en Hamburgo (Alemania Federal) en el que tendría la colaboración de Yves Montand y Vittorio Gassman. Contendría ocho pequeñas canciones, un largo poema a la paz y varios monólogos hechos especialmente para la ocasión. Y en algunos momentos dialogaría con las otras dos personalidades, a quien respetaba y admiraba (1).

Un ambicioso proyecto que no llegó a concretarse.

Yupanqui

En octubre tendría la fugaz alegría de recibir el título Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Córdoba.  Fugaz, porque su esposa Nenette moriría días después en Buenos Aires, el 14 de noviembre, en la misma fecha que había muerto su padre, muchos años antes.  Atahualpa se sumió en una profunda pena que ya no lo abandonaría.

 

Los datos médicos no eran menores, ya que en la grabación del recital en cuestión, el artista cuenta haber estado “atrasado de salud, casi tuteándose con San Pedro”, y creyendo que ya se iba, dice haber compuesto “Melodía del adiós”.
Quedaba ahora averiguar la fecha del concierto. Por su animosidad, debía haber sido antes de la muerte de Nenette. ¿Habría coincidido con la distinción de la Universidad?

 

Me decidí a obviar las hemerotecas y dirigirme directamente al Archivo Técnico del Teatro del Libertador. Allí me recibieron Elba Gazal y Ana María Roqué, poniéndome de sobre aviso: La documentación relacionada con la época no estaba digitalizada, y parte del material podría haberse extraviado en la época en que el gobierno de Angelóz concesionó la vieja Escuela Olmos para la realización del actual “patio” comercial. Según se cuenta, a pesar de que el período de esta operación llevó de 1990 a 1995, el movimiento de oficinas y dependencias pasó casi de un día para el otro a concentrarse en el Teatro, en una acción sin planificaciones, ocupando espacios pequeños e inapropiados.
Afortunadamente, las cajas correspondientes a los meses de 1990 estaban completas. Pero inútilmente  recorrimos los documentos: El nombre de Yupanqui no apareció en ningún registro. Aunque era imposible que el concierto se hubiera desarrollado más acá de Septiembre, completamos la búsqueda hasta la fecha del fallecimiento del artista en mayo de 1992. Y luego hacia atrás, hasta 1987, sin éxito.

 

Una de las empleadas del teatro que pasó casualmente por el Archivo, recordaba haber recibido a Yupanqui por el ´78, y haberlo acompañarlo a la Sala Agustín Tosco, ubicada a pocas cuadras de allí.  Pero no recordaba actuaciones suyas en los 80 ni en los 90.
Dos cosas eran indudables a esa altura de la investigación:
-Que el año de datación de la grabación o del sitio donde se desarrolló el concierto, estaban errados.
-Que el concierto al que se refería aquella mujer era el que yo, adolescente, había vivido como uno de los capítulos vergonzosos de mi vida. ¿Cómo no iba a buscar también en las carpetas de ese año?

Pero no, tampoco. Nada había de Yupanqui en la documentación de 1978.

El Teatro del Libertador General San Martin (Ex Rivera Indarte) pertenece a la esfera del Gobierno Provincial. La Sala Agustín Tosco en cambio, es del Teatro del Sindicato Luz y Fuerza.
En 1977, hubo un periodo en que las actividades en el San Martín se suspendieron por refacciones: Había que tener el Teatro en forma para recibir a los turistas que vendrían al Mundial de Fútbol del ´78. Las publicidades de Gobierno de la época rezaban que el mundial también era Cultura.
El recital de Don Ata podría haber sido entonces de 1977: por entonces, los conciertos de música folklórica se ofrecían en otra dependencia provincial, al aire libre: el anfiteatro del Teatro Griego Leopoldo Lugones, en el Parque Sarmiento. Pero en caso de mal tiempo, solían pasarse a la mencionada sala por acuerdo con el Sindicato.
“El Griego” solía convocar multitudes, generando competencias con plazas artísticas como Cosquín, al punto que los productores de esa localidad en un momento pusieron cláusulas en los contratos para evitar que quienes se presentaran allí, lo hicieran también en la ciudad de Córdoba o en Jesús María días antes o después. Por entonces, el elenco que más éxito de taquilla tenía era Los Cantores del Alba. El periodista Hector Maldonado Ramos cuenta que una vez uno de sus miembros, Javier Pantaleón, preguntó a Yupanqui si estaba enojado con ellos. A lo que Ata respondió: “No paisano, solamente contrariado, porque me desafinan las canciones hasta cuando dicen ¡adentro!” (2).

 

¿Adentro?  ¡Tampoco había menciones del artista adentro de las carpetas de 1977!
No quedaba otra que ir hacia adelante, porque yo no vivía en Córdoba para 1976.

¡Qué tipo esquivo este Ata! Era de esperar. Apareció finalmente, como corresponde, en la última carpeta, en “el fondo de la taza”, justo cuando yo estaba por perder las esperanzas.
Efectivamente, la Dirección de Actividades Artísticas del Gobierno de la Provincia de Córdoba lo había programado para el Griego, pero por mal tiempo se pasó a Luz y Fuerza. Con el nombre de “BAJO LA CRUZ DEL SUR”, Yupanqui brindó dos recitales, los días 14 y 15 de febrero de 1979. Venía de presentarse en la Sala del Hotel Provincial de Mar de Plata.

Pero no fue esa la sorpresa, sino lo que se desprendió de la lectura de la cobertura periodística: La grabación que circula como de 1990, es en realidad de 1979, “Bajo la Cruz del Sur”. Los nombres de las canciones van sucediéndose en las crónicas tal como puede escuchárselos en el audio, incluyendo las citas de la conversación con el público y su ´chicana´ a un fotógrafo que se movía demasiado.

Todo fue un equilibrado jugueteo entre la música y el silencio”, dice el cronista del diario Los Principios, que se ve que algo de Don Ata conocía, pero muy poco de la geografía provincial porque se refiere al gato “El Tulumbano” como si fuera de la región de Traslasierra…
Pero acuerda en calificar el espectáculo distendido como un “recital atípico”.
No sé como se llaman esas flores que se abren de noche. Aquí debe haber algo de eso…. – había reconocido el mismo Yupanqui casi al cerrar el espectáculo.
Afortunadamente para todos los oyentes, la grabación circulante no es la del día que yo estuve presente. Ningún aplauso desubicado interrumpe las canciones. Y yo, feliz en todos los sentidos. Como si de alguna manera esta pequeña investigación, este pequeño hallazgo informativo me liberara de las culpas de la edad del pavo. Y en parte también, como si me reencontrara con mi propio padre en un abrazo.
Volví a mis registros personales y la web de Pat, para terminar de certificar lo que ya los periódicos locales cantaban claramente. Durante enero de ese año, Ata y Nenette  habían formalizado su relación de décadas, casándose de forma íntima en Buenos Aires y luego refugiándose en Agua Escondida (“Ahora no pude estudiar mucho porque anduve acarreando baldes en Cerro Colorado y tengo las manos ásperas”, dijo en el concierto, creo que mitad en broma y mitad en serio).
Hay similitudes coyunturales notables entre 1990 y 1979: También ese enero Yupanqui había participado del Festival de Cosquín, viniendo de graves problemas de salud. En junio del 78 había sufrido un edema pulmonar, y luego de que le sacaran varios litros de agua del pulmón, tuvo que descansar varios meses en Cerro Colorado. Era un tiempo en que el reuma y la artritis lo aquejaban progresivamente afectando sus dedos. Pero además venía de un susto anterior, de 1976 pero que por las palabras en el recital sabemos que tenía muy presente: Problemas cardíacos que lo retuvieron en el hospital San Carlos de Madrid, donde se sintió morir. De allí surgió la mencionada “Melodía del adiós”, al menos según lo que escribe en la contraportada del disco “Mi viejo potro tordillo” editado en 1978 en México. Yupanqui completa esa nota de tapa describiendo: “La melodía ostenta un sencillo discurso, como un atardecer que recibe a la noche resignado. En algún momento, la tierra dicta una breve pentafonía. Morir, es como caerse del alma, escribió Neruda”.

Pero el recital en Córdoba debe haber sido por demás importante para el artista, porque superaba una censura local. Puede leerse en una carta a Nenette, fechada el 22 de junio del 78: “Anteayer almorcé en la UNESCO con el embajador Massuh […] Me preguntó: ¿Qué precisa, Atahualpa? Le respondí: Necesito leer en los diarios argentinos una nota de mi compañía Odeón protestando por algunas prohibiciones de discos en Córdoba”. (3)

Cerramos este andar develando un simple misterio en el tiempo que nos teje.

Agradezco profundamente la colaboración de Elba y Ana, por su amabilidad y paciencia, y por compartir un interés que las hizo permanecer en el Archivo mucho más allá de su horario de trabajo.

Lo abrazo, Don Ata. Supongo que ya me habrá perdonado aquello.

Por favor, salude a mi padre, que debe andar por ahí cerquita.

 

(]*) Mariano Medina, escritor, periodista, compositor. 
REFERENCIAS

1-Clarin Espectáculos. Entrevista publicada el 28/01/1990.

2-Ramos, H. El caminante y su sombra. Ed. de autor. Cba, 2005.

3-Cartas a Nenette. Compilación de Victor Pintos. Ed. Sudamericana, Bs As 2001.

 

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