SER LIBRES HOY
El 9 de julio se conmemoraron los 200 años de la independencia de nuestro país, un momento más que oportuno para reflexionar sobre un hecho tan trascendental para la historia de la Argentina. Sobre la importancia y significado de esta fecha, dialogamos con el historiador cordobés Esteban Dómina acerca de su último libro editado por Ediciones del Boulevard.
Por Mariana Mandakovic (*)
“Por tratarse de un proceso dinámico, extendido en el tiempo, el proceso independentista argentino debe ser visto como una película; ni siquiera como una secuencia cronológica de fotografías temáticas. En otras palabras: en pos de su justa interpretación, hechos puntuales como el 9 de julio de 1816 -por más relevantes o espectaculares que fueren- no deben ser sacados del contexto en que ocurrieron, porque sólo cobran plena significación encadenados con otros hechos, concomitantes o no, en una sucesión compleja y ambigua de eventos quizás contradictorios o insustanciales en apariencia, pero relevantes al fin. Eso, en esencia, es la historia, y la de nuestra independencia no escapa a la regla universal”. Con estas palabras explica Esteban Dómina, el abordaje que realiza en su libro “La independencia argentina, 14 años de política, diplomacia y guerra.
En las páginas de este libro el autor logra profundizar sobre uno de los hechos más trascendentales de la historia Argentina, con una mirada profunda y comprometida, que equilibra aquellas visiones simplistas de homenajear y recordar un sólo momento como si con eso fuera suficiente.
“Los argentinos tenemos la particularidad de festejar dos fechas patrias de equivalente entidad. Creo que el 25 de mayo de 1810, se afirmó como el cumpleaños de la patria, sin darle el necesario contexto de lo que vino después. Con el tiempo, el 9 de julio de 1816 también se instaló como fecha fundacional. Es probable que el 25 de mayo haya tenido más apoyo institucional porque tiene mucho que ver con la ciudad de Buenos Aires, donde todo pasa con más posibilidades de instalación. En cambio, el 9 de julio fue una fecha más federal, porque reunió a los representantes de las distintas provincias del Río de la Plata. Pero lo más destacado es que ambas fechas, se dan en el marco de un proceso que las abarca, las contiene y le da sentido, porque ese proceso duró 14 años hasta 1824; a lo largo de ese período, la guerra condicionó y ralentizó las decisiones políticas, con frecuencia enmarañadas en los avatares militares. Hasta la batalla de Ayacucho -último capítulo de la contienda americana-, hubo marchas y contramarchas, gobiernos en ascenso y ulteriores descenso, intentos constitucionales fallidos y audaces maniobras diplomáticas”, explica con precisión el licenciado Dómina. Nada sucede porque sí y sacar de contexto estos acontecimientos históricos de tamaña envergadura impide percibirlos en toda su dimensión.
Salir del acto escolar
Año tras año se festejan las fechas patrias casi como siguiendo un ritual. No pueden faltar, las damas antiguas, los caballeros, las chinas y los gauchos, el aguatero, el vendedor de velas, la mazamorrera, y el que pregona: “empanadas caliente para los viejos sin diente”. Todos con mucho corcho quemado en la cara, en un escenario donde se destaca la siempre bien reconocida Casa de Tucumán que, vaya a saber bien porqué, era una obligación pintar de amarillo sus paredes y de verde sus puertas y ventanas, a pesar de que distintas investigaciones certifican que era blanca y sus aberturas azules en directa alusión a los colores de la patria.
Para Dómina toda esta liturgia escolar despoja el objetivo político de esta fecha: “parece que nos olvidamos que fue una decisión política crucial, en un momento dramático de la historia Argentina. Pensemos que en aquellos años las propias provincias unidas del Río de la Plata, estaban divididas. De hecho, muchas provincias que estaban con José Gervasio Artigas, quien había organizado el protectorado de los pueblos libres, no mandaron representantes a Tucumán. Por eso digo que el relato escolar tradicional busca descontaminar políticamente los actos patrios y con esto se pierde la comprensión cabal de lo que estos acontecimientos fueron realmente”.
¿Pero qué sucedía entonces y que nos pasa actualmente? No había ni tan buenos, ni tan malos. Y, al igual que ahora, se disputaba poder, se discutían diferentes posiciones e ideología. “Las provincias que no fueron a Tucumán en 1816, estaban enfrentadas a Buenos Aires. Levantaban las banderas del federalismo, incluida Córdoba que mandó delegado pero estaba en contra del centralismo porteño que siempre se había impuesto en todos los gobiernos de las juntas de 1810 en adelante. Pero esas cuestiones se siguieron profundizando y 200 años después, la gran metrópoli del país que es Buenos Aires tiene una dimensión absolutamente abismal con respecto al resto de las provincias y las decisiones político institucionales pasan todas por ahí. Aunque cueste reconocerlo hay argentinos de primera y de segunda, en relación a la calidad de vida y a la distribución de los recursos”, sostiene Esteban Dómina.
Se mantiene intacta aquella expresión que decía: “Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires”. El centralismo porteño sigue vigente y se traduce en injusticias muy difíciles de revertir.
“Esa es la principal deuda pendiente que hemos sostenido durante estos 200 años – agrega Dómina-. Necesitamos trabajar seriamente en procesos que garanticen recuperar la democracia y el Estado de derecho para toda la población. Muchas generaciones estuvimos contaminadas por etapas tremendas de dictadura y probablemente eso no fue nunca superado. Aún tenemos asignaturas pendientes muy fuerte como la exclusión social y casi un tercio del país bajo la línea de la pobreza”, ejemplifica el historiador.
Educar como alternativa
Apostar a la educación pública como herramienta de construcción de ciudadanía es un buen punto de partida para consolidar un proceso histórico que, si bien comenzó hace 200 años atrás, aún hoy demanda atención. “Para saldar deudas sociales pendientes hay que apostar a la educación. Desde la declaración de la independencia, uno de los logros que tuvo la Argentina fue haber logrado un sistema educativo que actuó como turbina de progreso social. Desde hace varias décadas que eso se ha ido perdiendo. Pero no tengo dudas que 200 años después, para hacernos más independientes, para vernos como Nación y crecer como pueblo, necesitamos una fuertísima apuesta por la educación”, analiza Esteban Dómina mientras reconoce que en los tiempos que corren no hay soluciones mágicas.
En su libro, coloca en un podio incuestionable a San Martín, Manuel Belgrano y Martín de Güemes, entre otros. Personalidades de entrega y militancia profunda sustentada en ideas y objetivos comunes. “Eran figuras de una magnitud impresionante; luchaban por la Patria Grande. Tenían una potencialidad que sostenían en torno al papel que les tocó desempeñar. No es sencillo encontrar estos tremendos liderazgos actualmente. Tal vez, lo vertiginoso del tiempo, el avance de la tecnología, la instantaneidad de la comunicación hace que hoy esos liderazgos o protagonismos ya no sean posibles pero sigo creyendo fervientemente en liderazgos democráticos, republicanos capaces de inculcar buenas prácticas e ideas virtuosas”, sostiene.
Los nuevos próceres están obligados a someterse a juicios históricos, que demandan muchos años de por medio; pero sólo así puede asentarse la percepción que el pueblo tiene de sus líderes. “Ese es otro dato sorprendente -aclara Esteban Dómina-, en Argentina la mayoría de los líderes no fueron reconocidos como tales por sus contemporáneos. Empezando por el padre de la Patria, San Martín que murió en el exilio; o el mismo Manuel Belgrano que también muere pobre y olvidado. El papel de los liderazgos fuertes está vacante en nuestro país. Me atrevería a decir que fuera de Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón y Evita, que marcaron el siglo pasado, hoy cuesta rescatar figuras con una gran aceptación popular”.
No hay conceptos absolutos y el de independencia ha ido variando con el tiempo. En 1816 era eminentemente territorial: dejar de depender de la corona Española que estaba lejos y afianzar un gobierno propio. Logrado el objetivo se fueron sumando nuevos condicionantes a la soberanía de los pueblos, como por ejemplo aquellos factores vinculados a la economía tal es el caso de la deuda externa.
El contexto mundial, la globalización, la permanente disputa por los recursos naturales, obliga a repensar permanentemente sobre cómo conseguir una verdadera independencia hoy. Para Dómina, un pueblo es soberano cuando se crean condiciones de integración social permitiendo construir sociedades más homogéneas, donde la educación sea la mejor herramienta para formar al ciudadano. “El pueblo va a ser independiente cuando sus integrantes, los miembros de una comunidad, tengan conciencia de sus derechos y obligaciones. Recién ahí pueden ser realmente libres ya que están en condiciones de exigir lo que le corresponde por derecho propio, pero también tienen plena conciencia de sus obligaciones para con su Patria”, finaliza el investigador.
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Señas particulares
Esteban Dómina nació en Las Varillas (provincia de Córdoba) en 1952. Se graduó de contador público y Licenciado en Administración en la Universidad Nacional de Córdoba. Fue profesional independiente, docente universitario y, en el campo de la política y la función pública ocupó diversos cargos legislativos y ejecutivos, en el orden nacional, provincial y municipal. Su afición por la literatura y la escritura es de toda la vida. Publicó numerosos artículos, ensayos y notas en diarios y revistas. Es autor de doce libros, la mayoría desarrollados sobre investigación histórica como por ejemplo “Santiago Derqui. El federalismo perdido (2010); Tejas con Historia (2011); El general cautivo (2012); Los Pujadas. De la épica guerrillera al horror (2013); Las promesas del general (2014); y La independencia argentina. 14 años de política, diplomacia y guerra (2016). Es conferencista y columnista en medios gráficos, radiales y televisivos sobre temas históricos. Su obra puede consultarse en el sitio de internet: www.estebandomina.com.ar, donde además existe un contacto con el autor.
(*) La nota fue publicada en la revista ProvenVos