En el día del actor compartimos un poema de la actriz, dramaturga y escritora Camila Sosa Villada, de su libro “La novia de Sandro” (Editorial Caballo Negro).
La mujer se levanta, prepara el desayuno,
calienta el pan de ayer en el tostador, unta las rodajas con la mermelada más barata del
supermercado.
Luego calienta los guardapolvos y las ropas cerca de la estufita a cuarzo,
Despierta a sus hijos y los viste, con esa ropa tibia.
Los niños desayunan, pelean, lo ensucian todo,
No tienen nada listo y es hora de irse al colegio.
Antes de salir, frente al espejo que tiene colgado a un
costado de la puerta
se pinta la boca con un lápiz de labios barato
que en ella luce como lo mejor de la cosmética moderna.
Mientras que otros niños llegan en transporte a la escuela,
ellos van de la mando de su madre,
que saca de su bolsillo el dinero para que compren algo
en el kiosco de la escuela.
Para no llorar, se prende un cigarrillo y llena de tinieblas
sus pulmones.
Va a trabajar.
Limpia los restos magníficos de otras familias,
tiende la cama donde otro matrimonio hizo el amor.
Cuando termina va a hacer sus horas extras atendiendo
mesas en un bar.
Un señor muy viejo la mira y comprende su belleza.
La comprende toda. Bajo los velos del cansancio,
la sombra del descontento de esos ojos,
le dice: vos te has ganado el cielo.
La ha visto de la mano con sus hijos.
Es la madre universal, la Mamma Roma, la virgen María,
es todas las madres que prenden velas a los santos
por la felicidad de sus hijos.
Antes de anochecer los busca
en la casa de una vecina que los cuida.
Siempre serán para ella.
A la noche, cuando los niños se duermen
ella se quita el maquillaje pastoso que compra la pobreza,
abre una latita de cerveza frente al televisor y piensa:
el verdadero éxito de esta puta vida, es irme a vivir con
mis hijos frente al mar.
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