Lo asegura en esta charla Gabriela Vidal, guionista y codirectora del film cordobés “Las motitos”, reciente ganador de la Biznaga de Plata a la mejor película iberoamericana en el 24° Festival de Cine de Málaga (España). “La cultura, y en especial el cine, son imprescindibles para mostrar realidades y cambiar los problemas estructurales de la sociedad”, dijo a la prensa tras la premiación.
Por Miguel Apontes*
Hace una semana retornó de España, tras recibir en Málaga el premio a la mejor película iberoamericana por “Las motitos”, que codirigió junto a Inés Barrionuevo. Y en la charla cuenta el proceso creativo que derivó en la historia llevada a la pantalla.
La guionista, a poco de regresar a Córdoba en 2013, tras once años en México, encontró un contexto especial que la impactó. “Ese verano, mi primer verano en Argentina después de un tiempo, me impactó muchísimo ver a la policía, los pibes en la calle con las motitos, los saqueos, todo el estigma. Esa catástrofe podría haber sido una oportunidad, pero resultó para peor: más estigmatizado el pibe del barrio, el de la motito, con sus gorritas. Desde que tengo memoria, las clases trabajadoras, en los barrios; la gente que la pelea, es estigmatizada, discriminada, tildada; nací en Córdoba, desde que tuve cierta conciencia de mi lugar en el mundo observé eso a mi alrededor. Y cuando vuelvo, después de once años, estos chiques sin posibilidades. Salir al mundo y a la vida laboral con semejante estigma te la debo. Ése fue el contexto”.
3 y 4 de diciembre, huelga policial, saqueos
Año 2013. Policías amotinados. Saqueos. Las motos. El barrio. El contexto que inspiró a Gabriela para escribir “Los chicos de las motitos”.
“El formato de novela, fue porque no veía aquí el trabajo de guionista. En Córdoba, lo común es que los directores filmen sus propios guiones. En México estaba acostumbrada a mi trabajo de guionista: me encargaban una historia los directores. Allá está más dividida la tarea del guionista y el director. Por eso me decidí a escribir esta novelita corta, que se editó en México, de manera artesanal, muy linda”.
Con ese fondo narró la historia de Juliana y Lautaro (Carla Gusolfino e Ignacio Pedrone en la película), que deben atravesar en un medio plagado de carencias una circunstancia especial: el embarazo adolescente.
¿Cómo afrontan los jóvenes esta situación en medio de la precariedad general y la falta de recursos?
Sobre el escenario que le presentó Córdoba, Gabriela confiesa: “Yo no era la misma persona que cuando me fui. Cuando regresé de México, los vínculos no serían iguales. Esto coronó la separación (no quiero decir grieta, por esa palabra que nos tiene envenenados); eran cuestiones que me separaban ya de la niña y adolescente que había sido. La historia de los adolescentes y el aborto vino después. Historias que escuchaba en Rosedal, de mis sobrinas, de chicas del barrio. Escribo y tengo esa natural curiosidad, soy casi chismosa, escucho y quiero saber. Sobre cómo habla la gente, qué dice, cuál es su imaginario. Las historias me llegaron después y de ahí vino la decisión de sumar lo que pasó esos primeros días de diciembre de 2013. A la hora de contar todo el relato, vino porque no se me iba el impacto de esta Córdoba conservadora, reaccionaria”.
¿Diciembre de 2013 interpeló a los cordobeses?
Esas agitadas jornadas enmudecieron a todos. Primó la simplificación de los hechos. La clase política no mostró reflejos. Tampoco se profundizó sobre el conflicto social siempre apunto de estallar. Lo magnificado –el motín policial, los saqueos, “los chicos de las motos” y sus gorras con visera- eran apenas íconos de esa emergencia, plenos de estereotipos.
Y los medios masivos, con su particular manera de reflejar, apenas reflejar, un caos similar a la observación de una olla donde se conoce el contenido pero que nadie se atrever a destapar. “La imagen de una ciudad sitiada”; “Estamos a merced de delincuentes comunes (…)”; “(…) el tiempo se detuvo (…)”; “(…) se rompió algo que llevará mucho tiempo reconstruir (…)”; “sociedad fragmentada”, “violencia”, “Estado ausente”…
Gabriela tiene su visión sobre esos días y cómo la sociedad lo procesó. “No hubo un espacio para la reflexión. Se aplaudió al día siguiente a los policías que se reincorporaban. Y está cómo actuaron aquellos que defendían lo suyo, aunque no sé qué es lo suyo. Qué es la propiedad privada frente a la vida. O los comentarios post episodios: me reencontré con mucha gente tras mi regreso a Córdoba; hubo amigues que decían ‘lo que más bronca me da es que no lo hicieron por hambre’. Y yo respondía ‘menos mal que no lo hicieron por hambre’”.
Y continúa: “Como un mecanismo de defensa, la sociedad dio vuelta la página. Eso no sirve. Si volviera a suceder repetiríamos el mismo absurdo. Los comerciantes saliendo a disparar… el mismo sinsentido, esa falta de interés y amor por la vida”. La situación de los adolescentes, sus expectativas, los estigmas que cargan. “Empezar una vida laboral en las condiciones de estos chiques, que tal vez no sea la mejor opción, si no la que puedo tener. Si me decís tanto que soy un choro, y seré un choro. Un motochorro”.
Del libro a la pantalla
“A la novela se la acerqué a Inés, con quien teníamos un vínculo, éramos amigas a partir de sus trabajos, como la película ‘Atlántida’. Le encantó, ‘esto es una bomba’, y bueno dirigila, le dije, a lo que me respondió ‘pero nunca dirigí algo que no escribí, la codirijamos’. Y así fluyó esta idea, la figura de codirectora fue como haberme dividido a la mitad. Fue un proceso natural, algo que fluyó y disfrutamos mucho”.
Y se embarcaron en la empresa. Después vendrían los aportes reintegrables del INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales). Más el concurso para la post producción ganado en el Polo Audiovisual Córdoba, que intervino en el último tramo del proyecto. “Una intervención necesaria y oportuna; que exista un programa como el Polo Audiovisual en Córdoba es importante, eso es buenísimo para todes, de ahí la cantidad de gente haciendo cine en la provincia”.
La recepción de la película
“Gusta mucho en la gente joven, rejuvenezco cuando encuentro un canal de comunicación con pibes. Es muy emocionante. La pandemia no nos permite encuentros presenciales, pero cuando tengo la oportunidad de que la película se encuentra con público, aprovecho para vivir a pleno el momento. Quiero que la película se siga viendo; se proyectó incluso en China, pero no pude viajar y no sé la expresión de los chinos cuando la vieron (risas)”.
La problemática juvenil, el embarazo no deseado. Como temas hoy naturalizados en la discusión, dejando atrás tantos prejuicios. Resultado de las luchas por la igualdad de géneros, de las feministas. Nuevos derechos. Movilizaciones, debates parlamentarios… y la IVE (Interrupción Voluntaria del Embarazo) que ya es ley en Argentina, aprobada en plena pandemia.
Gabriela Vidal destaca cómo el film contiene voces y lugares reconocibles: “Uno de los planos más lindos es en el Parque de la Vida”. El acento cordobés, los giros del lenguaje en los barrios periféricos de la capital están ahí.
“Se produce una empatía con los personajes. Cualquier pibe o piba que ve la película dice ‘yo también puedo ser, a mí también me puede pasar’. No son personajes que estén alejados de nosotros. El tema del aborto llega a la pantalla grande, conmueve, emociona, contribuye a romper con tabúes”.
Una generación distinta
El último tramo de la charla, con su percepción sobre la nueva camada de jóvenes creadores cordobeses, es más que interesante.
Vidal se refiere a los cambios generacionales y la actitud de quienes, por ejemplo, deciden hacer cine en Córdoba. “Hay una generación que no tiene ganas de irse. En mi juventud, en los ’90, no hacíamos nada, las expectativas eran otras. Estos chiques ven la posibilidad de hacer cosas aquí y las hacen. Considero que se federalizó un poco más el cine, se empezaron a hacer cosas y los pibes no tienen que irse; pueden marcharse, pero si quieren trabajar en cine en Córdoba, lo pueden hacer. En mi época (Gabriela tiene 49 años) había que irse, era otra la cabeza. Regresé en 2012 y eso había cambiado. Estudié comunicación y lo mejor que te podía pasar era entrar en un medio o irte. Incluso en los ’90 había resquemor a ocupar lugares públicos, lo asociábamos todo al menemismo y no encontrábamos espacio allí; ahora, veo a los pibes súper desconfiados de los medios de comunicación y sin temor a ocupar lugares públicos”. Concluye, melancólica, refiriéndose a “sus dos patrias”. Y exalta algo tan propio de los argentinos: la nostalgia. “Vivo en una eterna nostalgia. Estuve once años en México extrañando Argentina; y ahora extraño México. Me fui un poco atraída por el zapatismo, y terminé naturalizándome mexicana. Allí me enamoré, tuve un hijo; estoy orgullosa de los dos países. La nostalgia es parte de la felicidad, la felicidad no es alegría, es otra cosa”.
FICHA TÉCNICA.
Las motitos (Argentina/2020), Dirección: Inés María Barrionuevo y María Gabriela Vidal. Elenco: Carla Gusolfino, Ignacio Pedrone, Carolina Godoy, Erika Cuello, Miguel Ángel Simmons. Guion: María Gabriela Vidal (basado en su novela Los chicos de las motitos). Fotografía: Marcos Rostagno. Música: Andrés Toch. Edición: Lucía Torres Minoldo y Marcelino Islas Hernández. Dirección de arte: Carolina Vergara. Sonido: Atilio Sánchez. Producción: Martín Paolorossi y Andrea Vitali. Duración: 84 minutos. Se la puede ver en la plataforma Flow hasta marzo de 2022, y aguarda el estreno en los espacios INCAA. La película estuvo una semana en el Cine Club Municipal Hugo del Carril con una buena recepción del público y espera recorrer otros festivales.
Imágenes: Diario El País.