“SOMOS TEJEDORAS DE ESOS CAMBIOS QUE LA SOCIEDAD NECESITA PARA TRANSFORMAR”
La fecha se conmemora para recuperar la memoria silenciada de nuestro país y favorecer el diálogo intercultural acerca de los pueblos originarios en pos de una sociedad más justa y democrática. Natalia Sarapura, representante de pueblos originarios que en 2013 recibió el “Premio de la Paz”, otorgado por el impulso de grupos de Amnistía Internacional, en reconocimiento a su extensa y fructífera labor en promoción y defensa de los derechos indígenas comparte su visión en torno a esta fecha.
Por Myriam Mohaded
Se trata de dejar atrás la conmemoración de la “conquista” de América y el reconocimiento solo de la cultura europea para dar paso al análisis y puesta en valor de la inmensa variedad de culturas que los pueblos indígenas y afrodescendientes han aportado y aportan a la construcción de nuestra identidad. (*) Natalia Sarapura vino a Córdoba a participar de las jornadas de la Diversidad Cultural, organizadas por la Secretaría de Extensión de la U.N.C. Es rectora del Instituto de Educación Superior Intercultural “Campita Iguazú Gloria Pérez” y representante legal del COAJ (Consejo de Organizaciones Aborígenes de Jujuy).
Sarapura cree que en nuestro país es más fácil el reconocimiento por parte del Estado de los derechos individuales, pero esta situación no es la misma con el de los derechos colectivos, entendiendo que los temas más difíciles de abordar en la construcción del Estado son la religión y la política. La líder se ve optimista frente a lo que se vive como un nuevo tiempo. “Llevamos miles de años de resistencia, la causa indígena es un movimiento. En toda América Latina camina la sangre indígena como símbolo no sólo de la resistencia cultural, sino de la revolución espiritual por venir”.
– ¿Qué significa para ustedes el cambio en la denominación de la fecha? ¿Es sólo enunciativo?
Si nos preguntaban a nosotros qué queríamos de ese día, era que fuera el de la resistencia indígena. Desde nuestra perspectiva, nos parecía que había que honrar a los hombres y mujeres indígenas que resistieron con su vida, su cultura, todas las formas de opresión. Pero, también valorizamos el día de la diversidad cultural, creemos que hay que hacer un esfuerzo para promover que la sociedad se enriquezca con lo que implica la diversidad cultural. Es una oportunidad de visibilizar nuestra existencia como pueblos indígenas que, a pesar de los esfuerzos y avances, todavía estamos en situación de opresión, pero que no sólo somos un pueblo que resistimos si no que podemos hacer aportes a los debates actuales de la sociedad. Sentimos que son nuevos tiempos, hay una nueva energía hay un nuevo Pachacuti (Inca del cambio del rumbo de la tierra, digno de estima), y en esos nuevos tiempos todo lo aborigen se valoriza, potencia, dimensiona. Creemos que eso tiene que ver con que la causa aborigen tiene un proceso: primero hemos luchado para que se visibilice, segundo, para obtener derechos, tercero, para ejercer esos derechos. Se nos tiene que dejar de ver como sectores vulnerables solamente si no como colectivo que puede aportar a la sociedad.
– ¿Cómo se vive la doble condición de ser mujer e indígena?
Se la vive desde la fortaleza espiritual. Nosotros hemos llegado con el trabajo de las mujeres indígenas de entender que nuestras abuelas y abuelos han resistido la opresión desde su práctica espiritual. Lo que más nos fortalece como pueblo es la espiritualidad, entender que la Pachamama, a pesar de todos los males vividos, nos ha protegido siempre; entender que lo que nos hace distintos no es sólo nacer en un lugar, tener un color de piel si no tener una relación distinta con la naturaleza que nos da ese potencial de ser mujeres. No sólo tenemos una forma de vestirnos, hablar, de tener una práctica cultural, sino una forma distinta de sentir. Ese sentimiento nosotros lo hemos vivido desde la vida cotidiana de ser mujeres pastoras, artesanas, tejedoras. Pero también somos tejedoras de esos cambios que la sociedad necesita para transformar. Creemos que las mujeres indígenas no sólo hacemos una resistencia cultural si no también una resistencia espiritual a esta forma de opresión.
– ¿Cuáles son las principales demandas que priman en las comunidades aborígenes?
La lucha por el territorio sigue siendo una lucha que todos y todas demandamos entendiendo que no sólo estamos luchando por el reconocimiento a la propiedad del territorio. El derecho al territorio se basa en cuatro pilares fundamentales: derecho al uso, al control, la gestión y propiedad del territorio. El derecho al uso del territorio es dejar que éste siga siendo el lugar de la medicina tradicional, de la práctica espiritual, de la producción de los alimentos. Entonces, la lucha por el territorio tiene que garantizar el buen vivir, relacionarse con la naturaleza; pensar que el derecho al territorio significa participar, implica el conocimiento libre previo informado. Pensar que el Estado tiene un rol garante de derechos y no de árbitro, exigirle al Estado su rol garante, que garantice la participación, es decir que el derecho al territorio es mucho más amplio que la propiedad que tiene que ver con sostener un modelo de desarrollo distinto, que tiene que ver con que las empresas nos dejen de ver todo como territorios a explotar y sacar los recursos naturales y puedan ver que nuestro territorio es la casa de vida de nuestros pueblos.
(*) Desde 1917, por decreto de Hipólito Irigoyen, se recordó el día de la raza, para recién en el 2007, por iniciativa del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) luego de presentar un proyecto donde se proponía cambiar la denominación por el Día de la Diversidad Cultural Americana, se cambió la denominación por el decreto 1584/10. El cambio se propuso comprendiendo que la división de la humanidad en razas carece de validez, y corresponde a una categoría política equívoca y peyorativa y que su empleo favorece a reivindicaciones racistas.